Llegué a vivir hace 19 años a Cancún, en el 2004, y una de las cosas que me llamó más la atención (y más viniendo de Ciudad de México) era la costumbre de los cancunenses de monitorear los fenómenos hidrometeorológicos; aunque en aquel tiempo eran menos las herramientas digitales, si había mucha información oficial, protocolos, recomendaciones y demás.
Después de casi un año, llegó mi “novatada”. El huracán Wilma, de categoría 5, golpeó las costas del estado con vientos máximos de 300 km/hr y se quedó estacionado por muchas horas, lo que generó un impacto muy fuerte a la población, a los ecosistemas y por consecuencia, al turismo. A pesar de que este tema de la prevención y el monitoreo es relevante, créanme, nadie está preparado para un evento como este.
Al pasar tres días de incertidumbre y salir a la calle, el panorama era desolador; no sé si igual o más que en Acapulco, pero para mí, el lugar al que había llegado hacía menos de 12 meses, era otro. Una zona hotelera y parte de la ciudad hecha pedazos, manglares quemados por el viento, desesperanza, saqueos, miedo, asaltos a viviendas, entre otras situaciones complicadas y nuevas para mí, y seguro para muchas más personas.
¿Qué lecciones deja un huracán para el turismo?
Pero la idea no es hacer nota roja, ni platicar mi experiencia personal, sino hacernos y hacerles la pregunta ¿qué aprender después de un huracán? Y yo les diría que desde la experiencia del sector turismo, hay 3 cosas:
- La primera es que el grado de recuperación depende totalmente del grado de organización ante fenómenos naturales de este tipo, pero, sobre todo, de la capacidad de organizarse para lo que sigue. Acabamos de hacer una Guía para la Gestión Sostenible y Resiliente de Destinos Turísticos, y la recomendación base es estar organizados, de lo contario, la recuperación es más complicada.
- La coordinación entre los tres niveles de gobierno, la sociedad civil, la ciudadanía, el sector empresarial y la cooperación internacional es clave; si alguno falla, el proceso se vuelve lento, tortuoso y poco efectivo.
- No podemos seguir haciendo turismo como las hacíamos antes, sin considerar nuestro impacto, y sin tomar decisiones sobre cómo nos organizamos.
Wilma en Quintana Roo, fue un detonante para que el sector público, pero sobre todo el sector privado se preocupara más por el tema de sustentabilidad, por el manejo y uso de recursos, por la restauración de ecosistemas, por la manera de construir, y esperamos que Otis no sea la excepción para Acapulco.
Aunque está algo trillado, recordemos que para los japoneses la palabra crisis se compone de dos caracteres, que significan peligro y oportunidad; ante situaciones como la que hoy vive Acapulco, es necesario aprender y salir adelante, pero no salir igual que como estábamos antes, sino hacerlo fortalecidos y con una nueva visión.
Mucho se ha hablado después de COVID – 19, de una recuperación verde para el turismo, y en el caso de Acapulco, me gustaría plantear la oportunidad de tener una recuperación sostenible, en el más amplio margen de la palabra.
Es cierto que lo primero (una vez atendida la emergencia) es recuperar la economía, trabajar incansablemente por recuperar la infraestructura de servicios y reactivar el turismo, es más, no estoy en contra de ir pensando en qué artista queremos traer a la costera para anunciar que “Acapulco está de pie”, pero no podemos pensar “solo” en eso, porque regresamos al mismo espiral vicioso de pensar solo en un aspecto de la sustentabilidad, que si bien es muy relevante, no es el único.
Repensar el turismo en Acapulco
Debemos empezar a pensar también en lo social y preguntarnos ¿cómo apoyaremos a nuestras y nuestros colaboradores en sus necesidades básicas? ¿Cómo atenderemos a aquellas personas que tienen sus casas en renta y lo han perdido todo? ¿Qué empleos ofreceremos a los habitantes de Acapulco una vez que el sector turismo vuelva a andar? ¿Cómo recuperamos la seguridad de un puerto icónico para nuestro turismo? ¿Qué opciones tenemos para ofrecer otro tipo de oferta turística vinculada a lo social, a lo comunitario?
Y por supuesto pensar en la biodiversidad y sus servicios, (como arrecifes, manglares) que han sido dañados con el paso e impacto de Otis. ¿Cómo aprovechamos esta oportunidad para recuperar zonas contaminadas o muy impactadas que son clave para el equilibrio? ¿Qué hacemos para que el turismo de sol y playa contribuya a la conservación? ¿Cómo aseguramos nuestros recursos naturales, de la misma forma que tenemos seguros para los edificios? en resumen Debemos repensar el turismo.
Si estos pensamientos no están al mismo nivel que la fiesta de relanzamiento, algo estaremos haciendo mal y estaremos perdiendo una oportunidad, tal vez una de las últimas que tenga Acapulco de salir de esa curva de estancamiento que tienen muchos destinos turísticos maduros.
Pasos para la recuperación sostenible de Acapulco
Seguro se preguntarán, ¿y eso cómo se hace? Bueno, es un reto enorme, pero no más grande que el que se tiene para volver a levantar económicamente a Acapulco. Aquí algunos aprendizajes de Wilma y otros fenómenos que nos ha tocado vivir, y que pueden servir como impulso a quienes queremos Acapulco, y a quienes lo queremos ver renovado y reconstruido.
Primero: que lo social, lo ambiental, la gobernanza, estén al mismo nivel de importancia que lo económico. No se puede recuperar el turismo si la base que lo sostiene (ecosistemas, personas, paz) están rotas; cada vez es más complicado tener una empresa o iniciativa exitosa, en un destino roto.
Segundo: comprendiendo que Otis ha sido probablemente el huracán más grave que ha tocado Guerrero, pero que, de acuerdo con las previsiones, fenómenos como estos podrían presentarse más a menudo, desarrollar un Plan de Acción Climática con énfasis en adaptación y soluciones basadas en la naturaleza es no solo una necesidad, sino una urgencia.
Tercero: es fundamental preparar al sector hoy, mañana y la siguiente semana; en Quintana Roo, como ya comenté, Wilma fue un parteaguas para impulsar acciones de sostenibilidad, pero parece que tememos mala memoria y después de un tiempo, regresamos a hacer las cosas como antes, por ello el fortalecimiento de capacidades en temas de riesgos, cambio climático y adaptación es cada vez más importante en el sector.
Cuarto: hay que regular, y regular de forma enérgica. Me pregunto ¿cuántos destinos cuentan con un Atlas de Riesgo y cómo ha sido utilizado para el tema de desarrollo urbano y turístico? ¿Qué condiciones de seguridad tienen aquellas propiedades de renta vacacional y cuál es la responsabilidad con sus huéspedes? ¿Qué impuestos ambientales existen para mantener los ecosistemas y que sanciones se están dando a quienes no lo hacen?
Quinto: diversificar. Probablemente haya zonas tierra adentro en Acapulco y alrededores que no están tan dañadas, y en las que con relativamente poca inversión podrían empezar a recuperarse; ¿están las condiciones para ello?
Sexto: hay que abrirse a la colaboración, en especial con el tercer sector local, nacional e internacional que es un actor muy relevante trayendo experiencias exitosas, obteniendo financiamiento, brindando asistencia técnica; los retos que tenemos hoy, como ya lo ha demostrado Otis, no pueden resolverse desde una sola trinchera.
Séptimo: imaginando cómo queremos ver Acapulco y trabajar para lograrlo; sí, con un gran evento de lanzamiento, pero también seguro, con ecosistemas sanos, generando beneficios a comunidades locales a través del turismo, vinculando turismo y biodiversidad, ordenado y en paz. ¿Es mucho pedir?
Que tengamos una pronta – y sostenible – recuperación para Acapulco.
Referencia: https://sustentur.com.mx/una-recuperacion-pronta-y-sostenible-para-acapulco-tras-el-huracan-otis/